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Si los cuatro artistas cuya confluencia ahora presenciamos ocuparan los cuatro ángulos de un cuadrado imaginario, las diagonales que a partir de esos puntos podrían proyectarse funcionarían como vectores conductistas, llevando las cargas energéticas del algún resabio de las vanguardias, en cruce con la depurada abstracción escultórica, mientras los ecos del objeto dadaísta resisten los embates de la multiforme levedad policroma y la densidad embebida de materia pictórica. Se trata, una vez más, del presente del arte y sus síntomas, individualista y al mismo tiempo universal, equidistante de …